Esther me volvió a llamar: “Isabel Conejos me propone un viaje-peregrinación a Medjugorje. ¿Qué te parece?” “Bien, bien. Lo que quieras, por mí, bien.” Yo seguía organizando el viaje a París, sin ser capaz de pensar sobre ninguna otra cosa. “Hay sitio en el albergue que tienen reservado en Medjugorje. ¿Qué te parece si nos vamos tú y yo unos días a Dubrovnik a descansar y después, cuando ellos lleguen, nos vamos con ellos a Medjugorje?” “Lo que quieras. No puedo pensar. Estoy bloqueada y agotada con lo de París. Decide y haz. Me parece bien.”
Y así fue: Esther buscó el alojamiento en Dubrovnik, los billetes y habló con Isabel. Yo ni siquiera sabía dónde estaba Dubrovnik ni Medjugorje. Pero sí sabía que me podía fiar de Esther. Unos días después le dije: “Todavía no me hago a la idea de que vamos a Croacia y a Medjugorje”. Ella me dijo:”Dice Isabel que su amigo Carlos dice que es la Virgen la que nos convoca.”
La semana en Dubrovnik: ponernos al día de nuestras vidas, descansar, algo de turismo, leer el cuadernillo de Ejercicios,… Llegaron los demás y salimos para Medjugorje. No sabíamos quién vendría. Pero, desde luego, desde el principio vimos claro que eran las personas que tenían que ser. Sin duda. Las relaciones han sido sencillas, fáciles y llenas de momentos de reconocimiento. Ha sido fundamental la guía de Carlos. Goram, un croata que organiza peregrinaciones desde España a Medjugorje, insistía: “Necesitáis un guía. Hay que venir con guía.” ¡Pero qué mejor guía que Carlos! Tuvo su conversión hace unos años en Medjugorje. Algo excepcional y, a la vez, tan sencillo. “Que la Virgen se aparezca, es un plus. No hacía falta. Mi fe es en Cristo, Dios hecho hombre, resucitado. Aquí está todo. Que la Virgen se aparezca es un plus, es un regalo.” “Yo no soy capaz de rezar o de participar en una misa más de una hora. Aquí sí. ¿Por qué? No lo sé, pero es así.”
En lo alto del Monte de las Apariciones hay una imagen de la Virgen con una mano en el pecho y la otra inclinada hacia delante.
Los dos días que subimos rezando el Rosario, terminamos ante esa imagen. Y para mí fue descubrir a la Virgen como Madre que escucha y acoge y no reprocha nada: “Cuéntame, dime, dime, cuéntame, ¿qué más? dime…” Medjugorje ha sido un lugar de paz, de confianza, de reposo en el Señor, a través de la acogida de Su Madre. Y surge el agradecimiento, enorme, además, porque yo no había decidido ir. Yo estaba organizando mi viaje a París. Pero la Virgen me convocó.
